lunes, 29 de diciembre de 2014

¡Eco divino!

Nuestra manera de hablar abre espacios de acción o establece límites a nuestros interlocutores. Ciertamente, debemos ser vigilantes de nuestras palabras, pues por medio de ellas hasta consentimos a algunos discernir los secretos del corazón. Subestimamos a nuestros escuchas cuando olvidamos que “de la abundancia del corazón habla la boca”. ¡Cuidado! De ella proceden vida y muerte, tormenta y paz, pueden abrir los cielos pero también cerrar los corazones. Jesús, siempre tenía a flor de labios las proporciones justas, era preciso y transparente. Estableció prioridades, abrió las ventanas del pensamiento humano, explicó los objetivos divinos y fijó las coordenadas de lo santo, lo pagano, lo terrenal y lo celestial. Comunicar no es sólo reproducir pensamientos y sentimientos, es ser un eco de su divinidad.


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