Dominio propio es aquello que todo hombre de éxito necesita para que las piedras de su camino no le pongan contra el suelo, lo que sujeta el pulso a nuestros impulsos y sofoca el oleaje interior de los instintos más locos que nos combaten. San Pablo advierte en Efesios 4:26 “Airaos, pero no pequéis”. ¡Medítalo! Jesús pudo actuar en sus fuerzas en el momento que lo apresaban, le dijo a sus discípulos: “¿acaso ustedes no creen que puedo pedirle a mi Padre 12 legiones de ángeles?”, pero Él bajo ningún pretexto torcería el plan, demostró que el Espíritu Santo prevalece en aquellos que se sujetan a Dios y nos mostró que hacer lo mejor no es “hacer lo mejor que se puede”, sino lo que se debe.
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