viernes, 28 de agosto de 2015

Perspectiva

Comúnmente no somos conscientes de nuestra necesidad de Dios, y por ello cualquier eventualidad nos da una sacudida para despertarnos. Por esta razón el rey David oraba así: “Alumbra mis ojos para que no duerma de muerte”, Salmos 13:3b. Es posible que sólo cuando estamos a 33 mil pies de altura, sudorosos y suplicantes, acorralados ante una brusca turbulencia, se despierten algunas neuronas que “alguna vez” fueron disciplinadas con la verdad de la Biblia. Entonces y solo entonces, entramos en la perspectiva divina, deseando fervientemente un aterrizaje, aunque sea forzoso, en la pista de la oportunidad a una nueva realidad. Donde nuestros pactos no se queden como equipaje perdido y no se archive esta experiencia en neuronas oxidadas, apiñadas entre milagros olvidados. 

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