lunes, 17 de agosto de 2015

Solo uno...

En una ocasión pasando entre Samaria y Galilea, camino a Jerusalén, Jesús encuentra diez leprosos sumidos en el abandono, la desesperanza, el dolor y la vergüenza. Nueve eran judíos, uno samaritano. La tragedia los unió a un cruel destino. Allí estaban, a pesar que en esos días samaritanos y judíos jamás convivirían. La ley estipulaba que los leprosos estuvieran a casi 100 metros de distancia de las personas. Jesús conmovido, mirándoles fijamente les dijo: “Id, mostraos a los sacerdotes”. Y así, cambió el peor momento de sus vidas en su mejor experiencia. Y mientras su escamosa piel ceniza se transformaba, sus vidas giraban para siempre dándole las espaldas a Jesús como si nada. ¡Gracias Jesús!, dijo un corazón sanado! Mientras nueve cuerpos corrían sin detenerse.

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