No podemos negar lo satisfactorio que es ver la mano de Dios activa en todo nuestro existir.
Cuando esto sucede, sus huellas sonríen por doquier, las cosas se dan sin tener que forzar nada, el peso de la soberanía divina las hace ocupar su preciso lugar.
Dios mismo está en el asunto.
Es obvio, no merecemos un amor así, una atención tal; pero nos ama, le agradamos, ha decidido premiarnos y eso no es más que su favor, su gracia, a eso le llaman el “charis” de Dios.
Pues cuando la mano de Dios está en todo, podemos dejar todo en las manos de Él.
Y si la hora de tu bien ha llegado, aun los de al lado serán salpicados.
Son para ti, la que dice que nunca estoy, pues si me voy es porque te quedas con Dios...
lunes, 28 de octubre de 2013
En sus manos
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