He sido enseñada a ver la riqueza de un ser humano no por sus elevadas posesiones, sino por su capacidad de dar y darse, esa facultad extraordinaria que enlaza lo profundo del ser con las fuentes vivas del favor divino. Por lo que no es más rico el que más tiene, sino quien da más.
Jesús dijo sobre la ofrenda de aquella viuda paupérrima, que su dádiva fue la mayor y más estimada ante los ojos de Dios, porque dio todo cuanto tenía… y supo muy bien a quien darlo. Pero también he aprendido a no pedir más de lo que tengo, sino a sacar lo máximo de ello, disfrutándolo plenamente, reconociendo que las mayores riquezas se encuentran en las bóvedas de los corazones más
desinteresados.
Son para ti, la que dice que nunca estoy, pues si me voy es porque te quedas con Dios...
martes, 19 de mayo de 2015
¡El más rico!
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