Con la excusa de no ser fanático, muchos rehúsan aceptar su imperativa necesidad de buscar a Dios y dejarse encontrar por él. Respetemos las diferencias y honremos las verdades, cuanto antes, mejor. Comencemos entendiendo que un fan se integra, pero un hijo se entrega; un fan es un admirador, un hijo es un doliente; un fan es un activista, un hijo, un compromisario; un fan se apega a una creencia, un hijo a su relación. Un fan paga el precio por su ídolo, un hijo desprecia la idolatría vacía para llenarse del verdadero amor. Un fan aprovecha una ocasión para exhibir su admiración; un hijo se esconde en la oración para exhibir su corazón. De las tinieblas nunca saldrá luz, de la oración saldrás iluminado, tu luz hará la diferencia.
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