Sufrimos profundamente con luchas internas palpitando al ritmo de nuestros recuerdos, sueños y sentimientos. Luchas que nos drenan la paz, la esperanza y los buenos momentos; llegan y se acomodan como familiares lejanos que no quieren regresar a sus casas, porque saben que hay algo potencialmente valioso en nosotros y como sofisticados ladronzuelos, no buscan en zafacones vacíos, apuestan por apoderarse de las alhajas del alma. Quizás todo te costó tanto y pagaste caro por tus logros y tu felicidad, pero no te rindas sin intentarlo, derriba esos pensamientos intimidantes, pisotea la fatiga y la inseguridad, porque todo este estratégico asalto sólo busca descalificar la perla que Dios escondió en ti. Despójate de esa estéril lucha, y conquista seguro, porque cuando Dios da, nadie quita. l
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