viernes, 25 de julio de 2014

¡Qué lujo!

Es increíble cómo humanamente nos embarcamos en emprender conquistas desde plataformas huecas, con la aprobación de los hombres, pero sin la bendición de Dios. Ambicionamos ser parte de ciertos entornos, tener determinadas posesiones, dominar algún campo de acción y sin embargo, estamos inhabilitados espiritual y emocionalmente para lidiar con los excesos y las presiones que implican; afectándonos el carácter y distorsionando nuestros valores. Por tanto, coronar nuestros esfuerzos con lujos, galardones y posiciones, no rinde suficiente culto a los altares del espíritu humano. La plena satisfacción está en disfrutar lo que tenemos, no lo que tendremos. El lujo más grande, es ser amado, el premio mayor, tener salud, la posición mas digna es ser respetado, y la felicidad no es un estado, es una oportunidad, hoy.


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